Un proyecto de ciencia ciudadana ha puesto la contaminación de los suelos del barrio zaragozano de La Almozara en el punto de mira. Además de inspecciones visuales en busca de las huellas granates de los residuos, se han tomado y analizado muestras. Ahora está en marcha la realización de una cartografía de cambios de las propiedades magnéticas que revelará si los metales pesados se han mezclado con los materiales naturales del barrio.
Artículo originalmente publicado en el suplemento de ciencia y tecnología de HEraldo de Aragón Tercer Milenio, el 18 de febrero de 2020. Puede consultarse aquí.
Su autor es Óscar Pueyo Geólogo e impulsor del proyecto de ciencia ciudadana ‘Conociendo la herencia de contaminación ambiental de La Almozara’
¿Por qué al barrio de La Almozara se le llamaba ‘La Química’?
El barrio zaragozano de La Almozara nació al amparo de la Industrial Química de Zaragoza (IQZ), que se emplazaba en lo que hoy es el Parque Aljafería. La situación del barrio extramuros de Zaragoza favorecería la instalación de actividades industriales que terminarían englobándose dentro del tejido urbano de la ciudad. Esta relación ha sido clara, no es extraño escuchar a muchos zaragozanos referirse a La Almozara como el barrio de La Química.
Las condiciones ambientales cambiaron y los edificios que se fueron llenando de trabajadores de la empresa y sus familias, emigrados a la ciudad, terminaron configurando el barrio antiguo de La Almozara que rodearía las instalaciones industriales. La presencia de chimeneas con emisiones de humos con gases ácidos (una de las principales producciones era la de ácido sulfúrico a partir de sulfuros –piritas, procedentes principalmente de Cerler–) movilizó a los vecinos en contra de la contaminación en el barrio. Estas movilizaciones se desarrollaron al amparo de las asociaciones de cabezas de familia y su lucha culminó con el cierre, por resolución judicial, de los hornos de sulfúrico y con el inicio del desmantelamiento del polígono industrial de la IQZ en los inicios de la actual democracia.
Como herencia de aquella historia quedaron las instalaciones que terminarían desmantelándose durante la década de 1980, las marcas de corrosión en los cristales de las ventanas de la calle Reino y los residuos industriales de una actividad que perduró durante casi un siglo en el barrio de La Almozara.
¿Desapareció la contaminación al cesar la actividad industrial?
La perspectiva de que aquello que contaminaba o afectaba a la salud, porque olía mal, porque hacía toser o destrozaba la ropa que se tendía en las mañanas de niebla, donde el rocío actuaba como si de una lluvia ácida se tratara, se creyó desaparecida cuando cesó la actividad industrial. Sin embargo, allí quedaron miles de toneladas de residuos dispersos por el barrio, bajo sus edificios, las calles, las parcelas agrícolas y los parques.
La montaña de residuos de más de 40 metros a orillas del Ebro donde se acumulaban los restos desapareció, pero quedaron los residuos que se habían utilizado para reparar baches, recrecer caminos, allanar parcelas o ganar al Ebro buena parte del parque lineal del Ebro en La Almozara. Esta distribución habitual por todo el barrio las hizo parte del paisaje de La Almozara: pintorescos montones de tierras rojas y granates, que aparecían sobre el llano de las parcelas. Estos residuos tenían hasta su apelativo cariñoso en La Almozara, eran las ‘piritas de la química’ (residuo resultante del procesado industrial de los sulfoarseniuros de distintos metales pesados, entre cuyos minerales originales abundaba la pirita).
¿Cuál es la situación actual?
Estos residuos siguen apareciendo hoy en día, en obras, reparaciones de calles, tormentas o por el mero devenir del tiempo, en caminos, zonas verdes o zonas por edificar. Nuestros mayores las observan y recuerdan la historia industrial del barrio, y las usan como anécdota que contar a las generaciones más jóvenes: «Eso son las piritas de La Química», «esas son las huellas de identidad del barrio de La Química, de nuestro barrio».
Sin embargo, la problemática de estos residuos es poco conocida, se ve como una parte más de la imagen de La Almozara, en la que los problemas ambientales desaparecieron cuando la industria cerró. Las Administraciones públicas conocen esta problemática. Es continuo el control y estudio, por parte de la Confederación Hidrográfica del Ebro, de cómo las aguas de lluvia y riego interaccionan con estos residuos y producen aguas ácidas con alto contenido en metales pesados –lo que podríamos referir como un ‘drenaje ácido de mina’–. Y ha causado la declaración de varias zonas del barrio como suelo contaminado (aquel que presenta «componentes químicos de carácter peligroso procedentes de la actividad humana, en concentración tal que comporte un riesgo inaceptable para la salud humana o el medio ambiente»; RD 9/2005; o Ley 22/2011). La dispersión de los residuos no solo afecta al lugar donde estaban las plantas industriales, sino también a las zonas donde los camiones de residuos las fueron vertiendo durante décadas.
La tormenta que sacó a la luz un problema
Todos recordaremos una tormenta con granizo que azotó Zaragoza en julio de 2018. Esa tarde, varios vecinos de las asociaciones Ebro y Aljafería de La Almozara, realizaron un recorrido por los parques para ver la afección de la tormenta en las zonas verdes del barrio. En esta visita, se identificaron varias zonas donde la superficie se había tornado de color granate. La erosión del agua, pero también que estuvieran húmedas, hicieron que se observaran con mayor nitidez los intensos colores de los residuos de La Química.
Ese día nace el proyecto ‘Conociendo la herencia de contaminación ambiental de La Almozara’, los residuos siguen estando en el barrio, directamente en superficie o a escasos centímetros de profundidad, y su riesgo, técnicamente conocido, es pobremente asumido por los vecinos de La Almozara.
El objetivo de este proyecto de ciencia ciudadana, en marcha desde diciembre de 2018, es dar a conocer la problemática real de estos residuos y los riesgos que entrañan cuando están en superficie y afectan a la ciudadanía del barrio. Las acciones llevadas a cabo por los ciudadanos han consistido en realizar inspecciones visuales de los suelos del barrio, tomar muestras y analizarlas en busca de residuos contaminantes, intentar determinar la extensión de dichos residuos en el subsuelo y dar a conocer a través de charlas informativas su realidad. En paralelo, se ha intentado, aunque en este momento con muy bajo o nulo éxito, trasladar a las Administraciones involucradas, la mayoría de ellas propietarias de las calles, parques y jardines donde aparecen estos residuos, la problemática real existente para que articulen medidas de protección de la ciudadanía y propuestas de intervención para la eliminación de dichos residuos o que al menos, articulen protocolos de actuación cuando afloran en superficie –en obras, tormentas o con el devenir del tiempo– para que si aparecen, se tomen todas las medidas necesarias encaminadas a proteger a los vecinos y vecinas del barrio de La Almozara y, por arrastre del viento, de otras zonas de la ciudad de Zaragoza.
Los ciudadanos toman la iniciativa
El proyecto ‘Conociendo la herencia de contaminación ambiental de La Almozara’, todavía en desarrollo, ha pasado por varias fases, todas ellas en continua actualización. Se partió de una evaluación inicial de la extensión de los residuos basada en información oral de los vecinos que vieron los montones esparcirse por el barrio e información de obras y actuaciones realizadas que implicaban excavación y que hubieran permitido ver la existencia de dichos residuos. Esta información permitió generar una base de datos que permite evaluar, con todas las limitaciones que tiene que un camión vertiera en un sitio y no en otro, la posibilidad de que en el subsuelo existan estos residuos, reflejada en el mapa de susceptibilidad.
Una segunda fase ha consistido en la caracterización de los residuos a partir de los centenares de análisis que se han ido realizando durante las últimas décadas en La Almozara. Esta fase se ha centrado en la recopilación de información, que ha permitido conocer mejor la localización de los residuos, qué metales contienen y qué afecciones pueden tener para la salud. Estos datos se han complementado con análisis propios que han ido realizando las asociaciones vecinales sobre muestras superficiales de los parques y andadores del barrio. Los resultados son concluyentes: existen concentraciones elevadas de muchos metales -por ejemplo, plomo, arsénico y antimonio– que son conocidos por ser alteradores hormonales y que pueden generar cáncer por contacto dérmico o por inhalación de dichos residuos (así aparece recogido en el informe de riesgos realizado por el Ayuntamiento de Zaragoza en 2005).
La tercera fase, en marcha en este momento, se centra en analizar cómo estos residuos han interaccionado con los suelos naturales del barrio y si han provocado su contaminación. Es decir, conocemos el problema de los residuos, pero no sabemos si el contacto con ellos ha provocado que materiales previsiblemente no contaminados ahora también lo estén. Este análisis es mucho más complejo y consiste en evaluar cómo unos metales pesados con afección a la salud han podido mezclarse con los materiales naturales del barrio, a través de actuaciones de maquinaria o bien por el propio movimiento de las aguas en el subsuelo. Esta evaluación se está realizando a partir de técnicas de caracterización química, mineralógica y magnética. Es el modo de comprobar primero de forma indirecta si los materiales de los parques y jardines del barrio tienen contenidos anómalos en hierro con respecto a su valor natural y de valorar también la eventual presencia asociada de otros metales más peligrosos que no pueden caracterizarse de forma tan rápida. Esto se está realizando a partir de una cartografía de cambios de las propiedades magnéticas (medida que puede realizarse en campo en unos segundos) para determinar las zonas ‘anómalas’ en metales del barrio. Esta caracterización permitirá seleccionar las muestras para analizar en detalle y valorar cómo se emplazaron los metales, si han podido moverse y cuál es la extensión de los mismos. Estas técnicas se centran, en este momento, en analizar los primeros centímetros del suelo, porque es una forma para empezar el estudio y porque nos permitirá evaluar aquellas zonas donde el viento o cualquier lluvia superficial pueden ponerlos en superficie y dispersarlos a otras zonas del barrio.
En colaboración
El proyecto ‘Conociendo la herencia de contaminación ambiental de La Almozara’ está promovido por las asociaciones vecinales Ebro y Aljafería de La Almozara y ha sido beneficiario de una ayuda de la I Convocatoria de Proyectos de Ciencia Ciudadana de la Fundación Ibercivis en colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza. Recibe el apoyo de la Asociación gvSIG, forma parte del proyecto JUST-SIDE (Justicia, Sostenibilidad y Territorio- Sistemas de Infraestructura de Datos Espaciales) y cuenta con la colaboración de investigadores de la Universidad de Zaragoza y la Escuela Universitaria Politécnica de La Almunia, la delegación en Aragón del Colegio de Geólogos y la consultora geológica Geoscan SLP de Zaragoza.
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